viernes, 5 de junio de 2009

Sí... daba de comer al gato

Pasó hace años, en el partido de San Isidro, Pcia. de Buenos Aires. Se­guía mis pasos acostumbrados para tomar el colectivo 60, desde mi casa en Martí­nez hasta la Avenida Santa Fe. De pronto quedé estátita, casi tropiezo con una mujer que muy apresurada salía hacia la vereda de su casa. La mujer, que casi me atrepella, como gesto de disculpa sonríe y me dice: estoy por dar de comer al gato. Al oirla pensé, entendí mal o esta mujer no está en sus cabales. LLevaba un mantel de cuadros todo abollado y apretujado en sus manos, como si termina­ra de levantar la mesa de desayuno y miraba hacia la ventana de su casa que estaba abierta. Seguí unos pasos y luego me di vuelta pensando que quizás esa mujer me conocía y yo no me había dado cuenta o que había dicho otra cosa y oí mal. La interrogué: -Perdón, qué dijo?
-Que le voy a dar de comer al gato: mire.
Sacudió el mantel llenando la vereda de migas que de inmediato se cubrieron de pajaritos que poblaban los naranjos de esta calle de mi ciudad. La algarabía de los pajaritos que picoteaban alimentándose me llenó de placer, interrumpido por algo que como bala saltó de la ventana abierta y de un zar­pazo agarró un gorrión y se metió nuevamente en la casa. Era un gato gris in­menso. Me quedé estupefacta.
-Vio? Ya está acostumbrado, todos los días hago lo mismo, así se ali­menta mi gato.
-Pobres pajaritos, dije. Los engaña.
-No, solo uno sale engañado y siempre es un gorrión. Además el gato se regocija, la naturaleza es así, qué le vamos a hacer.
A mí me dolió el alma, pobre pajarito! Y, me quedé pensando en la diferencia de sentimientos frente al mismo hecho. La mujer estaba contenta pues su gato estaba feliz. Acababa de tener su trofeo, ella lo había alimentado. Además se entretuvo mirando los pajaritos, con cara feliz, consciente solo de haberles hecho un favor. A ellos también los alimentaba. El destino del paja­rito atrapado la tenía sin cuidado, era sólo un gorrión.
Pensé: yo sé, señora vecina de mi barrio, que la vida es así, pero por algo que no podría explicar, no me animaría a engañar a sabiendas ni a un sim­ple gorrión ¿Será que hay diferencias en nuestras personalidades, así como di­ferencias entre los valores que Ud asigna a los pajaritos... Sí, era un simple gorrión! Pero los gorriones también deben sentir dolor y también tienen nidos con pichones a cuidar. Razonadamente quizás Ud tenga razón; los pájaros están condenados a morir desde que nacen, es un proceso natural que el gato solo aceleró y lo mató tan rápido que el pajarito posiblemente ni llegó a tener conciencia de lo que pasaba. Es también cierto que los felinos se alimentan así en la naturaleza. Pero debo de confesarle señora que Ud hirió mis senti­mientos, no solo porque sentí que con premeditación engañaba a un pajarito, sino porque sus manifestaciones eran de estar haciendo una gracia y quería que yo la compartiera. Y para mí eso no fue una gracia, me hirió en el alma Sra. Solo debo agradecerle que me haya dado material para este cuento, pero si sigue haciéndolo ¡Hágalo en el fondo de su casa, no en la vereda, no es virtud para exhibir o correr riesgos de atropellar gente con su ímpetu, así, como pasó conmigo. De cualquier forma, gracias por haberme querido complacer. Esto último fue lo único que me atreví a decir.

1 comentario:

  1. Es tu sensibilidad lo herido. El mundo es brutal. Simplemente es así. En este caso, una complicidad una trampa que escapa al instinto y al natural devenir del mundo. Lo importante es poder hacer un relato sobre lo observado y tener la sensibilidad para entenderlo. Abrazo. Gustavo

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