sábado, 18 de julio de 2009

Y... todavía me acuerdo

Desde mi pueblo natal, en Entre Ríos, me trajeron como pupila al Colegio Guido Spano de Buenos Aires, exclusivo para niñas y señoritas, entonces ubicado en Santa Fe 2653, porque donde nací solo había enseñanza primaria. Como pupila hacía el bachillerato me daban todo servido, me protegían, estaba con chicas de mi edad y lo único que podía hacer era estudiar, que era todo lo que deseaba.
Las aulas de clase, administración, comedor, patios y cancha de baloncesto estaban en planta baja, los dormitorios en el primer piso. Para ir a clase solo tenía que bajar las grandes escaleras de mármol blanco con su descanso intermedio y múltiples escalones por la altura que las casas antiguas tienen en cada piso.
Había un fin de semana largo y entonces mi tía Anita con su hija Nelly fueron a buscarme para pasarlo con ellas. Cuando lle­garon las atendió la vicedirectora, Sra. de Susperregui, quien me llamó para decirme que habían venido por mi pero tendrían que quedarse al acto oficial de la fiesta primero pues yo debía estar presente como abanderada.
-Sí, ya sabía, justo me dirigía allí cuan­do me avisaron que quería verme.
-¿Cómo? Ibas sin los guantes regla­mentarios? Volá a buscarlos para no estar en infracción.
Mas rápido que volando los fui a buscar al dormitorio, sólo los usaba pa­ra éstos eventos a diferencia de las medio pupilas y externas que venían con ellos todos los días acompañando los uniformes azul ma­rino con escudo y logo del colegio en el pecho.
Bajé las escaleras a toda velocidad por temor a llegar tarde, con tal mala suerte que al pasar el descanso pisé muy a la orilla y caí rodando por la escalera para terminar cuan larga era y boca abajo a los pies de la escalera, la vicedirectora, mi tía y mi prima. La vicedirectora me tomó de un brazo para ayudar a incorporarme y mi tía aterrorizada me miró y gritó: ¡Norma! ¿Te caíste?
-No, yo siempre bajo así, respondí. Termina todo con una carcajada general y alguien que dijo: esto es como para publicar en el Reader Digest.
Cumplí con mi misión en el acto y mi tía se enteró que tenía un tobillo recalcado y estaba llena de moretones recién cuando llegamos a su casa de Olivos.

lunes, 6 de julio de 2009

Será el túnel del tiempo?

Yo sé que el cuerpo humano es un tejido complicado que los genes realizan usando el espacio y el tiempo. Los genes que son programas que la vida lleva consigo tienen la información necesaria, en códigos que le son propios para realizar todas y cada una de las funciones que hacen a la vida. Pero también sabemos que todo ser vivo que ha madurado lle­ga naturalmente a una función última llamada muerte que se caracteriza por interrumpir nuestra asimilación de tiempo, ya no incorporamos mas años a nuestro organismo, ya no festejaremos mas cumpleaños y como personas no tendremos futuro por lo cual quedamos suspendidos en el presente. Lo que es más, nuestro cuerpo se desintegrará perdiendo el espacio-tiempo que genes tejieron, nos reduciremos a cenizas o polvo.
Es evidente que esencialmente somos espacio-tiempo acumulado, por lo menos nuestro cuerpo, que es lo que abandonamos al morir.
Aquí quiero contarles una sensación muy extraña que tuve en los años 1976 o 77 en Maracay, Venezuela, del cual fueron testigos varios consultores de OPS/OMS que eran colegas míos del país donde me encon­traba y que estaban con sus cónyuges pues era una fiesta de cumplea­ños de uno de ellos, en cuya casa tuvo lugar el evento.
Llegué a la fiesta, para la cual me habían invitado un rato antes. Su señora era amiga mía y también argentina de manera que a veces nos reuníamos a tomar mate; ni la casa ni los asistentes eran desconocidos para mí. Era una fiesta de esas que generalmente resultan muy placenteras por tratarse de una reunión de gente homogénea, con iguales in­quietudes y problemas. Sin embargo para mí no solo no resultó divertida sino que debo dar gracias a Dios por haber salido con vida.
Tuve, durante la fiesta una sensación? realidad? de muerte cuya emoción fue lo suficientemente impactante como para recordarla mien­tras viva. Les relataré como fue porque creo que como vivencia es extraordinaria.
Fui la última de los invitados que llegó a la fiesta de manera que después de saludar me preguntaron que quería beber y dije: cualquier cosa sin alcohol. El dueño de casa me dijo: no puedes despreciar la be­bida que yo preparo: vení que te sirvo. Y en un vaso alto preparó la bebida que me ofreció. Cuando la probé parecía cicuta. Le dije: Esto es horrible! Qué es? Y respondió: es Cuba libre, es decir Coca-cola con ron. Debe tener mucho ron para vos que no estás acostumbrada, dame que lo rebajo. Volcó un poco del contenido que sustituyó con coca-cola y me dijo: ahora está mas floja, y nos reunimos con el resto de la gente en el living. Para no parecer mal educada llegué a tomar medio vaso y me levanté con disimulo para ir a conversar con dos amigas que es­taban charlando en la cocina, fui hasta allí y arrojé el resto del contenido del vaso en la pileta. Tuve mala suerte, las chicas me vieron y me preguntaron ¿Por qué la tiras?
-Porque es veneno, si lo dejo aban­donado y un chico lo bebe, muere.Este gusto no tienen nada que ver con un cuba libre, que ya lo conozco. Y con esa explicación volví al living y me senté cómodamente en un sillón con dos brazos porque es­taba como mareada y la boca me había quedado reseca y con un gusto tan amargo que impresionaba. De repente oigo que dicen: recostala en el sofá grande, que se cae; y me extendieron cual larga soy en el sillón doble que tenía enfrente. En ese momento, que debo de haber teni­do los ojos cerrados veía un túnel negro, larguísimo, con una pequeña luz muy brillante, allá en el fondo y después, como si alguien hubiera dado una orden dejé de sentir mi traslación en el túnel, manteniéndome sus­pendida en el mismo y entendí una orden: Todavía no! Un pequeño silen­cio y la respuesta: no cumplió la misión. Luego me encontré sentada en el sillón desde donde me habían sacado, observando mi cuerpo yerto extendido sobre el sillón de enfrente y mirando el alboroto que se armó y escuchando todo lo que decían. Uno de mis compañeros gritó ¡Urgente! Un médico! y otro que estaba tomando el pulso contestó: La empresa fúnebre dirás! Está muerta, no respira ni tiene pulso.
Yo escuchaba y veía todo desde el sillón de enfrente con una indiferencia tal que me hace suponer que la personalidad sin cuerpo carece de sentimientos. La dueña de casa volvió a la cocina para des­cargar su llanto desesperado que se oía desde el living y yo, de re­pente me sentí consciente dentro de mi cuerpo al cual sentía como extraño y no podía mover. Oí que gritaban ¡Sácale la faja para que pueda respirar! yo no usaba faja, solo calzón, corpino y una bata guajira de fiesta, larga hasta los tobillos como se usaba en Venezuela.
Veía (tenía los ojos cerrados) y sentía con la consciencia en mi cabeza como me había hinchado; había hecho un íleo paralítico y mi ab­domen era una pelota gigante inflada, tampoco me podía mover. Repenti­namente sentí como si algo tenue se hubiera extendido por todo mi organismo y recuperé la movilidad y pude gritar ¡Quiero ir al baño! Ante el asombro de todos, una amiga me hizo incorporar y prácticamente me arrastró hasta el lavatorio pues yo no tenía fuerzas ni para man­tenerme en pie sola. Allí empecé a vomitar y vomitar, no sé de donde podía salir tanto material y con qué furor, eran vómitos a chorros. Sentía como si el cuerpo fuera una masa pesadísima y necesitaba per­der peso. Cuando terminé de vomitar dije: espérame afuera que necesito seguir evacuando por la terminal de los intestinos. Nunca eliminé tan­to material en cualquiera de sus tres estados, solos y combinados: so­lidos, líquidos y gaseosos. Por razones reales y/o psicológicas me sen­tí mucho mas liviana y me ofrecieron pasar a un dormitorio que usé, pues quedé de cama.
Recién después de dos días pude volver a casa, es lo que tardé para sentir mi cuerpo armónico capaz de sostenerme. El decaimiento me duró varios días y pude continuar mi vida normalmente hasta hoy, que se los cuento, casi veinte años después.
¿Qué era ese hueco largo con una luz pequeña en su terminal por el cual transité cuando dijeron que estaba muerta? Habrá sido el túnel del tiempo?

jueves, 2 de julio de 2009

El arte en los adultos mayores

El arte es una actividad humana específica: la habilidad con la cual se hace algo recurriendo a ciertas facultades sensoriales, estéticas e intelectuales.
Aquellos que estamos gozando de la vida como adultos mayores nos debemos de sentir orgullosos de haber tenido la habilidad necesaria para conservar nuestras vidas desde el momento en que dejando de ser niños nos consideraron responsables de nuestra autodeterminación.
"Saber vivir es un arte y aprenderlo una virtud" dice uno de mis poemas surgido bajo inspiración poética por lo cual lo tomo como verdad captada de un mas allá que nos supera. Los poetas somos a la sociedad lo que los profetas a su credo. Quienes tenemos el don de la poesía recibimos música en pa­labras que provienen de un misterio que hace uso de dos de sus componentes: inspiración e idioma. Un enamorado de la expresión poética que carece del don puede reemplazar la inspiración por el deseo de expresar sus propios sentimientos, ideas o pareceres y producir belleza en su propio idioma que no trae­rán mensajes del más allá pero sí expresiones vitales del ser humano y sabemos que la misma vida es también un misterio. A veces se nos hace difícil distinguir a un poeta agraciado de uno esforzado y éste último es indispensable para traducir poesías de los agraciados ya que la poesía es música en el idioma original en que fue escrita pero traducida sobre todo literalmente sólo resulta una prosa quebrada que poco o nada tiene que ver con la verdadera música en palabras, a menos que un poeta esforzado logre componerla traduciéndola.
Hace pocos días, mi tía Matilde, cumplió cien años. Hace tiempo que vive en una residencia para gente mayor por la simple razón que allí está muy bien cuidada y acompañada y con sus pares comparte juegos de salón, charlas, etc. Llevamos una torta de cumpleaños hecha por mi propia prima y nos quedamos un rato a compartir la tarde para asegurarnos que mi tía consentía en almorzar el domingo siguiente con todos los familiares que deseaban homenajearla, la mayor parte de los cuales vienen desde lejos. Ella encantada dijo sí, quiero verlos y le prometimos la reunión. Le dije: tía vas a tener que decirnos qué hiciste para llegar a esta edad tan bien y tan lúcida.
Me miró y me dijo: ¡Nada! Soy una mujer modelo viejo pero cero kilómetro, bien conservada, tengo paz espiritual, nunca le he hecho mal a nadie, ni miento, llevo una buena vida higiénica y me alimento bien. Le regalé un libro: leyó la dedicatoria sin anteojos; le pedí que me la leyera en voz alta para saber si me entendía la letra y la leyó perfectamente. Tía, hace años usabas anteojos y ahora no. Hace unos años me operaron de cataratas y desde entonces no los preciso. Al domingo siguiente pude comprobar que cono­ció a toda la parentela incluyendo sobrinos tataranietos a los que nunca vio pero sabía de su existencia y posiblemente había visto en fotografías. Nos quedamos sorprendidos ¿Así que te operaron de cataratas? Sí. Y sabes? Es una tontería, con una extracción de muelas se sufre mucho más. Sacando cataratas no hay derrame de sangre, no queda herida visi­ble, no hay dolor y encima te devuelven la vista.
-Te sientes bien tía?
-¿No dijiste que los años te dan kilates? Pues a mí también! Así como a todos aquellos que al respetar la vida po­nen todo lo que está a su alcance para embellecerla.
Me pareció un buen ejemplo para comentar y un homenaje personal a alguien que me ilusiona con prolongar la longevidad. Persona que actuó en el teatro de la vida, no necesariamente en un escenario elegi­do o agradable, por el contrario muchas veces en lugares hostiles, en medio de epidemias y muertes, pero salieron incólumes, como protegidos por el destino, quizás enarbolando ese poder inmensurable que llamamos suerte o quizás cumpliendo misiones para las que fuimos creados aunque no tengamos conciencia de ello.
Como quiera que sea, si la vida es para aprender, deben ser los mas longevos los que reúnen las vivencias, experiencias y observacio­nes que prodigan conocimientos, por lo tanto, los mas sabios, aunque algunos hayan sabido aprovechar mas el tiempo que otros y la naturale­za les haya prodigado mas inteligencia para sacar moralejas, mas memo­ria para grabarlas y mas facilidad expresiva para trasmitirla. En la lucha por la conservación de la vida hemos usado nuestra capacidad para hacerlo y lo hemos logrado, quiere decir, que cada uno de nosotros es un artista de su propia vida. Único, como todo ser humano y a la vez cul­tivador de su estilo personal traducido en sus múltiples manifestacio­nes en el medio ambiente, en la sociedad a la cual pertenece y en sí mis­mo: en su forma de presentarse, vestirse, peinarse, expresarse, etc. Esto úl­timo incluye su habilidad natural o adquirida para usar música, letras, pinturas, diseños o crear en cada una de las manifestaciones artísticas.
Transmitamos a quienes nos siguen en la lucha por la existencia todo aquello que nos facilitó el camino y mejoró nuestra calidad de vida. El enseñar lo aprendido no es ni mas ni menos que un deber moral para retribuir lo que hemos recibido.
¡Adelante veteranos! Graduados de maestros de la vida en la universidad natural del mundo en el que nos tocó desempeñarnos, artistas virtuosos del arte de vivir!

PD: El 29 de julio de este año 2009, mi tía Matilde cumpliría 106 años. Pero nos dejó a fines del 2008. Esto es un homenaje a su memoria.