martes, 4 de agosto de 2009

Y... me tocó a mí

Transcurría el año 1995, se aproximaba el 29 de Abril y este año no po­día ir a Paraná, en donde vive mi única hermana (los demás son varones) que nació el día del animal y que tantas bromas tuvo que soportar por tan fortuito evento durante su infancia. Y claro le hacíamos bromas por­que ella reaccionaba llorando y los niños, cuando son hermanos, se caracterizan por chacotear, pelear y hacer todo aquello que estimula o pro­voca emociones, reacciones y sentimientos que ayudan al crecimiento, maduración y temple de su personalidad.
Recuerdo al Dr. Florencio Escardó que decía: los niños que no pelean es porque no son hermanos. Pero los hermanos adultos ya no pelea­mos y menos cuando nos vemos tan poco que el encontrarnos resulta una fiesta. Y este año no podía regalarle mi presencia para compartir su día de cumpleaños. Había razones de causa mayor; me encontraba bajo control médico por una hipertensión arterial que exigía un chequeo en busca de la causa que la producía.
El drama comenzó con el resultado de la ecografía abdominal. Había una zona hipoecogénica, de aproximadamente 35 x 25 mm, que se sugería evaluar tomográficamente a fin de estudiar su naturaleza y correcta ubicación (glándula suprarrenal?) pues la ecografía no puede otorgar mayor resolución. Se localizaba entre polo superior de riñon derecho y diafragma, allí donde normalmente se ubica la glándula suprarrenal. El diagnóstico presuntivo que surgió fue feocromocitoma, de manera que ade­más de la tomografía computada me investigarían cortisol sérico y áci­do vanillilmandélico (AVM).
La ecografía se hizo el 28 de Abril y la tomografía computada ten­dría lugar el 8 de Mayo. Sin embargo la tomografía computada sólo me da­ría la localización exacta de la masa hipoecogénica, sin darme referen­cia sobre la naturaleza de la malignidad o no en el caso de tratarse de un tumor. El exámen del cortisol sérico, cuyos niveles varían a la mañana y a la tarde exigiría dos sangrías en el día. Pero el AVM exigi­ría una dieta previa de tres días, un cuarto día de recolección de ori­na de 24hs. con conservación de la dieta y recién al quinto día se lle­varía el material para análisis.
La dieta previa me prohibía la ingestión de mate, té, café, aspirina, banana, tomate y todo aquello que contuviera vainilla pues interferiría con la reacción. Yo, como buena entrerriana, soy adicta al mate, que me ayuda a despabilarme por la mañana y me da placer y energía por la tarde, de manera que cuando no tomo mate, me duele la cabeza y esos fueron días de cefaleas, no sé si por falta del placer de tomar mates o por la angustia del desconocimiento de la naturaleza de mi mal, o de ambos.
Por fin llegó el 8 de Mayo y terminaron el régimen y las cefaleas anteriores. Por la tarde de ese día, previo ayuno de seis horas, fui para que me hicieran la tomografía, un rato antes de la hora indicada, para la preparación previa. Me dieron una jarra de mas de un litro, llena de agua, para que la tomara mientras esperaba. Supe que no era agua sola sino con el agregado de elementos que ayudarían a constratar por tinción al tubo digestivo, aunque como bebida era incolora y sabía a agua fresca.
Cuando llegué a la sala de exámen, me explicaron que me pasarían una solución endovenosa, gota a gota, que me tranquilizaría y daría me­jores imágenes . Por lo demás solo debía detener por momentos la res­piración cuando me lo indicaran porque la tomografía computada son radiografías seriadas.
Mientras canalizaron la vena y pasaba la solución con Benadryl, yaciendo sobre la camilla, noté como ésta se desplazaba y me metía den­tro de una especie de nicho como los que hay en el cementerio; me acor­dé de mi poesía "Adentro de un panteón" y allí recibía las órdenes ¡Respire normalmente!, ¡No respire! Hasta que después de 30 a 45 minutos, la sesión había terminado. Traté de obtener información de la srta. tan amable que me atendió en todo el proceso hasta ayudarme a eliminar par­tes de la vestimenta que contuviera metal, como broches, pero no tuve suerte: sólo me respondió que no podía hacerlo, que el informe se da por escrito.
El médico, que ya estaba al tanto de que era una colega, fue el en­cargado de quitar mi angustia. Me dijo que si bien me entregarían el informe escrito, en la fecha indicada, por razones administrativas, él me daría un informe oral preliminar. Me hizo pasar al cuarto donde es­taba el tomógrafo y me mostró las imágenes en donde claramente se veía la cápsula suprarrenal sanita y la presencia de un quiste sobre el polo superior del riñon derecho. Seguramente también tendré que ir al quirófano cuando me lo indiquen, pero no es lo mismo un diagnóstico de quiste, que el de feocromocitoma por más que la mayoría de estos tumores sean benignos; o de alguna tumoración maligna.
Las vivencias, emociones, pensamientos, reacciones y comportamiento vividos en esos días, no deben de diferir de las que hubiera tenido si el diagnóstico hubiera sido mas nefasto. Es entonces cuando uno se pregunta ¿Y para qué viví? Debe ser por eso que entonces escribí un poema: "La vida... para aprender".
La sola idea de poder tener un cuadro terminal, la proximidad de la muerte y a pesar de saber que ésta es una liberación, produce una angustia tal que es enfermante. Es por eso que hoy digo ¡Gracias Dr. Alejandro Ayzaguer por quitarme tres días de angustia! Creo que todo esto me pasó... para que se los cuente. Ahora podré encontrarme tranquilamente con mi hermana.

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